“The End” Y entonces es cuando empiezan las películas.
Ni estoy pirada, ni esto es el mundo al revés. Ni voy a hablar de cine y de las interpretaciones personales que hace la gente cuando sale de las salas, y te das cuenta de que no has entendido nada, o de que no soportas que te pregunten insistentemente, al empezar los créditos finales: “¿Qué te ha parecido?”, y antes de que puedas pestañear alguien está soltando su larga interpretación, siempre profunda y metafísica, con menciones a Tolstoi, Dostoyevski, o algún japonés que suene interesante, y usando un tono pausado, dubitativo que funcionaría genial para grabar sesiones de relajación No quería hablar de todo esto, sino únicamente comentar que los finales no me gustan:
Leo un libro y siempre rescribiría el último capítulo, veo una peli y siempre salgo pensando que podría haber aparecido tal personaje, o dicho aquella frase…Escucho una canción que siempre acaba demasiado pronto, o demasiado tarde, y cuando se acaba el día no veo el momento de dormirme, luego siempre suena el despertador en el momento culminante del sueño, (con razón me paso el día inventando sueños y elucubrando teorías absurdas, claro).
El caso es que ahora presiento que el final, – el principio de otras cosas-, se acerca. Es el final de una gran era, ¡de mi gran y épica vida! (Dejadme que le ponga un poco de emoción y de solemnidad al asunto, que así parece más importante, gracias).
Mis amigas siempre me vienen con cuentos chinos de peleas de enamorados: que si no funciona, de que si ya no es lo mismo, que si no se adapta, que blablá, blablá… Y yo siempre les repito que piensen en si siguen enamoradas del hombre con el que están ahora, o de los recuerdos: ese cúmulo asfixiante de momentos maravillosos y únicos, que con el paso del tiempo se mitifican y se perfeccionan, que les une. Lo que me sorprende, por otro lado, es que vengan a preguntarme a mí, que vivo al margen de las ataduras y los compromisos, porque soy incapaz de creer en una relación seria y estable debido a mis traumas anteriores y a la herencia recibida, (no voy a seguir por ahí, que no viene al caso y me meto en un jardín…). ¿Qué buen consejo les voy a dar yo? Aunque también es verdad que, después de decirme a todo que si, que tengo razón, y el bien que yo sea tan clara y directa, siguen con sus chicos felizmente como si todos esos “grandes problemas y desencuentros” se hubiesen evaporado.
Vale… Pues últimamente me pregunto lo mismo que ellas: “¿Qué es lo que te ata; todo lo vivido, o que sigues disfrutando de ello?
El deporte, la natación: ese gran vicio mío que me enganchó de enana, cuando no razonas y lo haces todo por puro placer y divertimento, (luego hay gente que, no entiendo por qué, empieza a hacer cosas por compromiso, por obligación, por interés…). Pues como vicio que es, cuesta un mundo desprenderse de él. ¿A la gente no le cuesta tanto, tantísimo dejar de fumar? Y eso que mata… pues eso, que encima es saludable, y recomendado por los médicos, es lo mismo.
Creo que es un buen símil, ¿no? Para aquellos que les sorprende el hecho de que algunos deportistas “sigamos” tantos años “haciendo lo mismo”. (Luego hay gente que se pasa toda la vida en el mismo puesto de trabajo, y a nadie le pregunta: “¿Sigues trabajando?, ¿Todavía no lo has dejado?”).
Bien, yo sigo con lo mío.
¿Miedo?, ¿yo? ¡Quizás un poco si! Más bien vértigo diría yo
No es que me asuste el no tener nada que hacer, que no haya trabajo en esta remota parte del mundo, no tener un piso, ni dinero para alquilar uno, o abandonar la zona esa de confort…. No, eso son cosas que irán surgiendo, irán llegando a su manera, y estoy convencida de que a través de nuevos reto y proyectos que me ilusionen voy a conseguir todo lo que me proponga. Sigo creyendo en mí. (Nota: para ser feliz es un ingrediente que no puede faltar en vuestras cocinas).
Lo que me acojona es el hecho de abandonar lo que m ha creado, lo que me conforma: el núcleo de mi vida. Me doy cuenta de que todo lo que he vivido, todo lo que he tejido y todo lo que he compartido gira entorno a un motivo, a mi motivo; mi deporte. Yo soy lo que el agua ha hecho de mí, y es el medio en el que vivo, en el que todo fluye, y en el que todas las cosas a mi alrededor cobran forma, color y sentido, o así ha sido hasta ahora. Entonces ¿qué voy a ser?, ¿quién voy a ser? Ahora que esto se acaba no tengo muy claro cuál es el lugar en el que debo estar, ni entiendo la forma que debo adoptar.
Hoy he visto, por primera vez, mi final del 100 mariposa de Londres… Ha sido duro. Me he congelado, no podía contener las lágrimas. Son tantas emociones acumuladas en todo este tiempo, en todos estos años, que se hace muy difícil entender y asimilar que esto llega a su fin. He disfrutado tanto viviendo así, la natación me ha dado tantas cosas buenas, y he aprendido tanto de las malas, que claro que siento vértigo. Vértigo por no encontrar algo igual. Reviviendo ese momento londinense mi cerebro se colapsa por montones de imágenes, palabras… personas que han hecho posible mi felicidad a lo largo de cada temporada.
Ahora que se acerca el final, -el principio de otras cosas-, me dedicaré a exprimir al máximo, y a sacarle lo más dulce a este momento.